Una querida colega, Leticia una vez me dijo, "para ganar, hay que estar dispuesto a perderlo todo". No sé de quien es la frase, ni cual fue la intención de quien la dijo, pero aprovecho este espacio para hacerle llegar mi agradecimiento a su autor y por tomarla prestada por un momento.
Lo importante de esta frase no son las palabras sino su significado. A primera vista puede sonar a que para ganar en algo, hay que tirar todo por la borda y correr riesgos innecesarios, sean cuales sean. Sin embargo, si pensamos en ella más profundamente, por detrás de la aparente osadía de tirarse al agua sin salvavidas, hay un mensaje que desde mi punto de vista tiene que ver con dos cosas: la dignidad y el desapego.
Como lector te estarás preguntando que tienen que ver la dignidad y el desapego con esta frase. Sin embargo, tienen mucho que ver.
Los seres humanos tenemos una tendencia a no arriesgar, a quedarnos en nuestra zona conocida en todos nuestros ámbitos, trabajo, pareja, familia, amigos. Nos quedamos en un trabajo que no nos gusta por miedo a no conseguir otro, o por miedo a no tener dinero con el cual sustentarnos. Soportamos relaciones de pareja que no nos conforman por miedo a no poder conseguir un vínculo sano con otra persona. Y lo mismo puede suceder incluso cuando vemos padres que abusan de sus hijos o hijos que maltratan a sus padres.
Pero cuando llegamos a un punto donde por dignidad (entendida como el respeto hacia nosotros mismos y hacia nuestro valor como personas) decimos: Basta!! ahí llega el momento clave para aplicar esta frase "para ganar, hay que estar dispuesto a perderlo todo", incluso a padres o hijos que nos maltratan.
Cuando hacemos este "quiebre" algo en nuestro interior hace un click que cambia la realidad en la que veníamos viviendo, además de dignificarnos por dejar de soportar cosas injustas, dejamos de hacer el esfuerzo para que el otro cambie o la situación cambie porque estamos dispuestos a perderlo todo, incluso una relación importante (desapego).
Cuando estamos incómodos con algo, lo que más deseamos es poder cambiar la situación y sin darnos cuenta nos apegamos a un determinado resultado. Por ejemplo: "Quiero que mi jefe sea más comprensivo y tolerante con mis errores". Cuando esto sucede, estamos luchando contra la realidad que indica que el "jefe es como es" y no como yo quiero que sea.
Sin embargo, cuando estamos dispuestos a perderlo todo, ya no nos importa si el jefe es de tal o cual manera, dejamos de intentar cambiarlo y seguimos con nuestra vida. Nos desapegamos del resultado y en general, ganamos.
Ganamos por varias razones. Por un lado, nos dignificamos porque nos respetamos y nos colocamos en lugar de protagonistas y no de víctimas.
En segundo lugar, la persona, el trabajo o la situación ya no consume nuestra energía mental ni nuestro tiempo porque nos desapegamos del resultado, lo soltamos y aceptamos las cosas como son, como vienen dadas. Aceptamos que el otro puede o no cambiar, lo tomamos como un "dato de la realidad" y ya no nos afecta de igual manera. Cuando logramos esto sin perder nuestro equilibrio y nuestra salud, ganamos libertad. Somos libres porque ya no dependemos del otro, ni de ese trabajo, ni de esa relación.
Ganamos también porque podemos continuar con nuestra vida y abrirnos a nuevas oportunidades producto de esa libertad y del aprendizaje que nos dejó la situación anterior, soltamos cargas, miedos, culpas, rencores.
Avanzamos en nuestro desarrollo personal y por lo tanto... ganamos!
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