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El arte de hacer fuego y el coaching

¿Cómo puede relacionarse el fuego con los procesos de coaching?




Al igual que en todas las familias, en mi familia se fueron asignando roles que contribuían a llevar adelante una convivencia armoniosa, a algunos les tocaba limpiar, a otros hacer las compras y en mi caso, uno de los roles que tenía cuando venia el invierno, era el de encender el fuego de la estufa a leña. Al principio me costaba mucho, no lo podía encender bien, se apagaba mil veces. Me enojaba, lo soplaba, le ponía alcohol o algún líquido inflamable que hubiera por ahí, y a veces terminaba rindiéndome.


Con el tiempo fui mejorando la práctica hasta que por fin logré hacer fuego casi con cualquier cosa. Me desafiaba a mi misma a poder encenderlo solo con un fósforo, me gustaba alardear de mi habilidad con el resto de la familia, me reía cuando veía que los demás no podían y me llenaba de orgullo como la mejor “hacedora de fuegos”.


Con los años entendí que encender fuego es un arte que nos lleva a vivir una experiencia desde todos los sentidos. Se requiere buscar la mejor ubicación para cada rama o tronco, un equilibrio entre leñas finas y leñas gruesas, dejar espacio para que circule el aire, darse cuenta qué leñas van al principio y cuáles al final y reconocer si la leña está seca o no.


También requiere estar atentos al chasquido de las ramas finas o las piñas que indica que el fuego está por comenzar, al sonido parecido a una pérdida de gas cuando la leña aún tiene savia o está húmeda, al flamear de las llamas acariciando la madera, a la explosión de las chispas y de las brasas cuando el fuego ya tiene la fuerza para abrazar cualquier leña y devorarla.


Los colores y los olores juegan un rol fundamental, al principio aparece el gris del humo con su olor característico, luego el rojo, azul y anaranjado de las primeras llamas junto al olor a fósforo encendido, hasta que todo se vuelve de un color rojo palpitante cuando las brasas lograron su punto más candente.


Encender el fuego es un proceso y como todo proceso requiere tiempo, conocimiento, habilidad y ganas, además de paciencia, constancia, perseverancia, escucha, presencia y confianza. Este proceso a su vez genera un vínculo, una relación entre quien enciende el fuego y el fuego mismo.


Las personas cuando vienen a coaching vienen queriendo encender su luz, su fuego, vienen con los leños mezclados, no sabiendo que va primero y que va al final, quieren que su luz brille, pero no saben cómo. El coaching los invita al autoconocimiento, a frenar la vorágine de la inmediatez y mirar en su interior, para que puedan brillar con luz propia.


Conocer nuestros leños y como acomodarlos, requiere, - al igual que cuando encendemos un fuego - tiempo, paciencia, observación, constancia, perseverancia y confianza. Así es como se logran los mejores fuegos.


Para finalizar me gustaría dejarles un fragmento de El libro de los abrazos de Eduardo Galeano que fue tomado del libro de Eduardo Wolk “El arte de soplar brasas en acción”:


Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. El mundo es eso – reveló -. Un montón de gente. Un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fueguitos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuero sereno, que ni se entera del viento y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.


¿Cuan dispuesto/a estás a encender tu fuego?


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